jueves, 16 de abril de 2009

Camino Primitivo

OCHO PRESOS LUCENSES COMIENZAN SU PEREGRINACION EN OVIEDO
Oviedo.- Hay madrugones que no cuestan. Levantarse a las seis de la mañana para irse de viaje, llegar a la estación de esquí antes de que se sature o emprender el Camino de Santiago merece la pena. Más, cuando quien se cuelga la concha y toma el bordón es un presidiario y le sirve para saborear la libertad. Es el caso de los ocho peregrinos, internos del centro penitenciario de Bonxe (Lugo), que hoy comienzan en Oviedo el Camino Primitivo.
A todos les sirve para ver lo que hay detrás de la alambrada. «En la prisión sólo ves cielo o muro. Y cuando miras hacia lo lejos, es como si te reflejara la luz», explica José María, que prefiere no dar su apellido. En la cárcel están acostumbrados a «las distancias cortas», no pueden mirar más allá. El Camino les abre los ojos y el horizonte. «Es una forma de salir de la cárcel, de ver paisaje, estar fuera», resume Bogalam Ayha, un musulmán que cuenta ya con dos peregrinaciones anteriores y aguarda la tercera con ilusión, aunque no se haya convertido al cristianismo.
Precisamente es el más veterano de los ochos presidiarios caminantes que ayer llegaron a la ciudad para emprender ruta. Es la cuarta ocasión que la prisión organiza la peregrinación. Al frente de la iniciativa estaba el capellán, Jesús Redondo, fallecido hace unas semanas. Ayer la comitiva portaba un retrato suyo y le recordó en una eucaristía en la parroquia de San Lázaro del Camino, tras visitar la Cámara Santa.
La Asociación Asturleonesa de Amigos del Camino de Santiago, que junto a la Asociación Asturgalaica les ofrece apoyo, no pudo darles alojamiento en el albergue de San Pedro Mestallón. Estaba ocupado y no contaba con capacidad suficiente para todo el grupo. Porque a los ocho internos hay que sumar los cuatro funcionarios que les acompañan (no hay policías).
En todos los casos ya han degustado la libertad, pero en pequeñas dosis. Un requisito es que estén en segundo grado y, por tanto, disfruten de permisos penitenciarios de fin de semana. Desde hoy, la libertad será completa. Podrán disfrutar de curiosidades como «un peregrino en bicicleta que lleva a su hijo, apenas un bebé». «Esas cosas te dan ánimo», explica José María. Y en su caso es una especie de penitencia, para purgar sus culpas por el delito cometido. «Yo estoy muy arrepentido, y el sacrificio que supone te sirve para pedir perdón». Porque, explica, hay etapas muy duras. De hecho, él tuvo que abandonar el año pasado en Grado, tras sólo una etapa, por un problema en los pies. Ahora espera quitarse la «espinita».

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