domingo, 26 de abril de 2009

Célebres Peregrinos

DIARIO DE LA SEMANA GALLEGA DEL GENIO BRITÁNICO: CUANDO HAWKING CONOCIÓ LOS PERCEBES

Por Jorge Mira
El estado de salud de Stephen Hawking sufrió esta semana un altibajo, lo cual a muchos les hizo recordar la visita que el científico hizo a Galicia. Jorge Mira, el profesor universitario que organizó aquel periplo, recuerda detalles y anécdotas
Septiembre del 2008. Domingo. Espero en el aeropuerto al físico Stephen Hawking. Me siento algo nervioso. Lógico, estamos a punto de inaugurar una semana repleta de actividades que llevamos preparando desde hace cuatro meses, cuando se nos ocurrió proponer su candidatura al Premio Fonseca de Comunicación de la Ciencia.
Ahí empezaron los desvelos: aunque el premio nacía al amparo del programa ConCiencia, era su primera edición. Esa juventud podía ser un obstáculo a la hora de conseguir la atención del gran icono de la ciencia mundial, alguien que recibe constantemente invitaciones del máximo nivel. Le había pedido a José Edelstein, investigador del departamento de Física de Partículas de la USC, que hiciese el contacto, pero los dos sabíamos que en los últimos tiempos la consigna del equipo de Hawking era torear solo en las mejores plazas. Las últimas: Pekín, Washington, Ciudad del Cabo? Por eso estallamos de júbilo cuando recibimos este escueto mensaje: «Me encantaría ser considerado para el Premio Fonseca». El jurado falló a su favor pocas semanas después y ¿Ahora qué?
Hubo que entrar en contacto con su asistente personal, a quien pedimos que viniese a Santiago para fijar una filosofía de trabajo que implicó desde medir cada rincón de las habitaciones más amplias de los principales hoteles de la ciudad hasta pautar cada minuto de las actividades.
Esa asistente no es más que el vértice del equipo de ocho personas que en ese momento asoma por una puerta: además de ella, cinco cuidadores médicos, su hija Lucy y un chico pecoso y pelirrojo, Sam, un ingeniero elegido entre 3000 aspirantes para diseñar el sistema de comunicación que Hawking maneja, con un leve movimiento de su mejilla, para ir formando frases a razón de dos palabras por minuto.
He visto a Hawking en múltiples fotos y vídeos y me sé su vida, pero la sensación cambia al verlo en persona. Al presentarme, cojo su mano inerte y me impacta la gran expresividad del gesto amistoso que consigue con su rostro casi inmóvil. En ese momento me tranquilizo: en dos segundos acabo de descubrir que con ese hombre me voy a llevar bien.
El lunes comienzan los actos. Sabemos de su fama, pero ¿hasta qué punto funcionará en Galicia? Pronto salimos de dudas. El primer acto es la inauguración de una placa en su honor y cubrir el final del Camino de Santiago. Nada más pisar la calle la gente se apelotona a su alrededor febrilmente como si fuese una estrella de rock. Afortunada la presencia policial.
Al llegar al Obradoiro noto que Hawking comienza a levantar la mirada y que le gusta lo que ve. La cosa va bien, e incluso mejora cuando entramos en la catedral y vemos el botafumeiro, donde su voz mecánica pide apresuradamente que lo graben con su cámara. Día uno, apoteosis total: Galicia lo ha seducido.
El martes es de actividad técnica, y empiezo a ver el funcionamiento interno del grupo. Sus órdenes son, obviamente, escuetas. Cuando emitir una frase te lleva varios minutos debes ser directo, aunque veo que su equipo a veces no necesita ni oírlo, lo leen mirándole a la cara. También lo que intenta elegir en la pantalla de su ordenador para intentar anticiparse a lo que va a decir. Y, desde luego, cuando se oye la voz electrónica de su sintetizador no se discute: «Quiero ver los alrededores», y a la media hora todo el mundo paseando por Noia? El transporte que hemos preparado recibe grandes elogios, «el mejor que hemos visto en los últimos años de viajes». Se adapta perfectamente a una silla de ruedas de un peso, tamaño y complejidad únicos.
Miércoles: otra apoteosis. Para su rueda de prensa, la primera en muchísimo tiempo (no la concedió ni en los actos del 25.º aniversario de los Premios Príncipe de Asturias). Se han acreditado más de 30 medios, con presencia de primeros espadas de los nacionales. No es para menos, va a contestar a una cantidad de preguntas sin precedentes, en una sesión que continúa por la tarde en un encuentro con televisiones. El esfuerzo para él es supremo, acaba agotado. Los periodistas lo notan y, al final, se ponen en pie y aplauden. Pregunto si eso es usual a un veterano. «Te aseguro que esto se ve muy pocas veces».
En medio de esas sesiones, visita al aula magna de la Facultad de Física. El encuentro era discreto, pero nueva avalancha que, pese a los apretones, acaba creando una atmósfera que solo tienen los momentos únicos. Al día siguiente toca viaje a Fisterra. Le había pedido al restaurante O Centolo que se esmerase, y vaya si lo hicieron: habilitación de una estancia privada (necesaria para cuidados médicos), el local cerrado para nosotros y mucho cuidado con la comida. Hawking disfruta de la esencia de los alimentos de la Costa da Morte: «¿Qué es eso?». «Percebes», respondo. Le gustan. A Sam le encantan, veo que en un brote de su talento comienza a fabricar construcciones con los restos del marisco.
Antes de comer Hawking quiso dar una vuelta por el puerto, se paró y pidió que le sacaran la típica foto de turista. En la sobremesa vamos al faro. Noto que para un cerebro preso en una cárcel de carne la visión de esa inmensidad resulta liberadora. La luz es tan cegadora que tenemos que taparlo con un paraguas para que pueda funcionar su sistema de comunicación y pueda ver la pantalla. Nueva foto de turista, con el monte Pindo al fondo. Una foto curiosa, puesto que poco después me entero de que en 1929 se había hundido en ese mismo punto el Hawking.
Llegan los dos días de traca final. Colapso en la presentación de sus libros en el instituto Rosalía de Castro, la más multitudinaria que se recuerda en la ciudad.Al día siguiente, imposición de la medalla de oro de la USC. Pedirá a su cuidador que se la ponga para la ceremonia de entrega de premios en un Palacio de Congresos a reventar, y yo que tenía miedo de que no fuese gente. Cómo no iba a llenarlo si es Hawking

(Leído en La Voz de Galicia de 24/4/2009)

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