jueves, 16 de abril de 2009

Los Santos Peregrinos

La cabeza de San Guillén bendice el agua y vino de Obanos otro año más
Obanos.- La localidad navarra de Obanos ha celebrado su tradición religiosa anual en honor a San Guillermo de Arnotegui, que consiste en hacer pasar el agua y el vino a través de una reliquia de la cabeza del santo para que así ambos queden bendecidos y sean después ofrecidos al pueblo.
Este rito, uno de los más antiguos y curiosos de la Comunidad foral y que se suele celebrar el jueves siguiente al Jueves Santo, ha congregado en el lugar a numerosos obaneses, visitantes de la zona e incluso a algunos peregrinos en pleno recorrido del Camino de Santiago.
La conmemoración ha dado comienzo con una misa multitudinaria en la Iglesia de San Juan Bautista, a lo que ha seguido una procesión alrededor de la Iglesia en la que se ha paseado la cruz, el estandarte de la Hermandad de Ermitaños de Arnotegui y la cabeza de San Guillermo, portada por el párroco de Obanos, Jesús Ruiz.
Esta hermandad, una de los organizadores del acto junto con la Fundación Misterio de Obanos, es la encargada de custodiar en la ermita de Arnotegui la reliquia de San Guillén (como es conocido en la villa San Guillermo) que consta de 34 huesos conservados en el interior de una cabeza forrada en plata desde 1965.
Tras la vuelta a la Iglesia y antes de la bendición, el párroco ha pedido a los presentes que se unieran a su deseo de que el agua y el vino que pasan por el cráneo de San Guillén, y que se considera que adquieren poderes curativos, "nos limpien todas nuestras malas ideas y nos las cambien por las mejores voluntades".
El paso del agua y el vino, tanto rosado como tinto, se ha llevado a cabo en el atrio a través de tres vasijas de barro, un total aproximado de 150 litros, a lo que se ha unido la bendición de 1.200 bocadillos de chorizo y queso y 30 kilos de pastas que los asistentes han podido disfrutar a continuación.
La leyenda que rodea a esta tradición comenzó en la Edad Media cuando el padre de San Guillermo y Santa Felicia, duque de Aquitania, quiso casar a su hija con un cortesano, idea que no gustaba a la noble, por lo que decidió aplazarla peregrinando a Santiago de Compostela.
En su marcha, en la que tuvo contacto con las gentes del camino, se percató del contraste entre la miseria que vio y los lujos entre los que ella había vivido hasta entonces, por lo que a la vuelta decidió pasar el resto de su vida sirviendo a los enfermos en el caserío de Amocáin.
Hasta ese lugar se desplazó San Guillén por orden de su padre para hacerla desistir de su idea y, al no lograrlo, mató en un arrebato a su hermana. Arrepentido de aquello, decidió penar el hecho con su peregrinación a Santiago y su reclusión a la vuelta en la ermita de Arnotegui, donde este legendario personaje, protagonista del misterio del pueblo de Obanos, pasó sus últimos días de vida.

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