7 de julio, San Fermín
Por L. Jiménez
En pleno Camino de Santiago, Pamplona se prepara estos días para celebrar los Sanfermines, las fiestas anuales en honor de San Fermín, su patrón nada menos que desde el 14 de abril de 1657. Los festejos comienzan con el lanzamiento del chupinazo, que es un cohete disparado desde el balcón del Ayuntamiento de Pamplona a mediodía del 6 de julio, y terminan a medianoche del 14 con una célebre canción de despedida, el "Pobre de mí".
Pero si por algo son mundialmente famosos los Sanfermines es por los encierros de toros, o lo que es igual, una carrera de unos 800 metros, que dura dos o tres minutos, delante de las reses bravas que se lidiarán por la tarde, inmortalizada por distintos escritores o cineastas, pero sobre todo por Ernest Hemingway.
Aunque el origen de los Sanfermines se remonta varios siglos, la fama mundial es un fenómeno reciente. Tres celebraciones independientes están en su origen: los actos religiosos en honor a San Fermín, desde antes del siglo XII, las ferias comerciales y las corridas de toros, documentadas ambas desde el siglo XIV.
Antes, los pamploneses celebraban a san Fermín el 24 de septiembre. Cansados de las inclemencias climatológicas del otoños decidieron en 1591 trasladar la fiesta al 7 de julio. Y de ese modo, las fiestas del verdadero patrono de la ciudad, San Saturnino (29 de noviembre) son mucho menos conocidas y más humildes.
En la Edad Media, a comienzos del siglo XIII, en Pamplona se celebraban ferias comerciales tras la noche de San Juan, y a esa festividad seguían posteriormente las de San Pedro y Santiago.
Las ferias facilitaban el encuentro de mercaderes, ganaderos y aldeanos y ello sirvió de pretexto para organizar corridas de toros. Así nacieron, probablemente a finales del siglo XVI, algo que podríamos considerar propiamente los primeros Sanfermines.
En 1950 comenzó la evolución de los Sanfermines. Perdieron mucho de su componente religioso, aunque la procesión sigue siendo multitudinaria. Pero no tanto como el chupinazo, es decir el disparo del cohete desde el balcón del Ayuntamiento que marca el comienzo de los Sanfermines. Esa tradición sólo data de 1941. Las palabras que se pronuncian en vascuence y castellano son siempre las mismas: "Pamplonesas, Pamploneses, ¡Viva San Fermín!. Iruindarrak, Gora San Fermín!"
Pero si hay algo verdaderamente celebre en los Sanfermines es el encierro, en el que miles de personas, unas armadas de valor y otras, inconscientes del riesgo, corren delante de los toros para conducirlos de los corrales hasta la misma plaza.
Pamploneses de toda la vida, corredores expertos, junto con cientos de turistas de todas partes del mundo y españoles, se atreven a conducir a los toros desde los corralillos donde han pasado la noche hasta la plaza de toros: son 825 metros de calles adoquinadas, que se recorren en tan sólo dos o tres minutos. Son frecuentes las heridas de distinta consideración por cornadas y patadas.
Desde el 7 al 14 de julio, cada día los “mozos” se reúnen a las ocho de la mañana para correr el encierro. El origen de esta arriesgada tradición se remonta al Medievo, cuando los pastores navarros traían a los toros de lidia desde las dehesas de La Ribera hasta la plaza mayor, que servía de coso.
La noche anterior a la corrida la pasaban acampados cerca de la ciudad, y al amanecer, entraban a la carrera arropados por los toros mansos (cabestros) y acompañados de gente que, a caballo o a pie, ayudaba con palos y gritos a encerrarlos en los corrales.
A fines del siglo XIX, se pasó de correr detrás de ellos para ayudar a encerrarlos, a correr delante; así se convirtió en una costumbre popular. Dicen las crónicas que los primeros en desafiar las prohibiciones que impedían correr delante de los astados fueron los carniceros del Mercado de Santo Domingo, situado junto a la cuesta del mismo nombre..
El recorrido del encierro se efectúa por las calles de la parte vieja pamplonesa. Empieza en los corralillos de la cuesta de Santo Domingo, subiendo hasta la Plaza Consistorial y girando por la calle Mercaderes, para acceder a la calle Estafeta que conduce finalmente por el tramo de Telefónica hasta el callejón que entra a la Plaza de Toros.
La manada de astados traza el recorrido completo en unos cuatro minutos de media, a unos 25 kilómetros por hora. La manada está compuesta por seis toros y ocho cabestros, seguidos de unos mozos que hacen de pastores en caso de que los toros o los cabestros se queden rezagados. Los pastores van identificados con un brazalete, actualmente de color verde, y recientemente han adoptado una indumentaria de ese mismo color para diferenciarse claramente del resto de participantes en la carrera.
Pero además de los miles que corren los toros, hay muchos miles más que presencian cada día la carrera desde los vallados de madera que se instalan a lo largo de las calles.
Aunque el encierro es el elemento más conocido de los sanfermines, son muchas las actividades previstas en estos días: la procesión del día 7, solemnidad de San Fermín, es un acto que convoca a mucha gente de la ciudad, lo mismo que las Vísperas en la tarde del día 6. Todos los días sale la comparsa de gigantes y cabezudos, tradición nacida en Pamplona que se ha extendido a otros puntos de España.
Por la tarde, es vistoso el desfile de "caballeros en plaza": los alguacilillos y mulillas van a la plaza de toros desde la Plaza del Castillo. Las corridas de toros tienen un carácter especial: prima el toro, con un certamen entre ganaderías. El ambiente es festivo, a veces irrespetuoso y sólo impresionable ante actuaciones especialmente valientes. Los puristas no aprecian esta plaza; otros destacan el ambiente inmejorable.
Por la noche, la multitud prefiere los fuegos artificiales (en un bien dotado concurso patrocinado por el Ayuntamiento), lanzados a partir de las 23 horas desde el interior de la Ciudadela, mientras que los románticos se quedan con el "encierrillo": la llevada de los toros que serán lidiados al día siguiente (y antes correrán el encierro) desde los corrales del Gas, donde han estado desde su llegada a Pamplona, hasta los de la cuesta de Santo Domingo, desde donde da inicio el encierro. Se hace en penumbra, acompañados los toros sólo por los cabestros y los pastores, bordeando las murallas.
La música juega un papel importante en los sanfermines: desde las dianas de "La Pamplonesa" hasta los pasodobles en las corridas de toros, el ambiente musical es dominante. Además de la actividad de la Banda Municipal, entre la música más popular de las charangas y los conciertos organizados por el Ayuntamiento.
Los Gigantes de Pamplona tienen 149 años de historia y son uno de los símbolos más emblemáticos de la fiesta. Son unas figuras de madera, cartón y tela con porte altivo que van con su cohorte de kilikis, cabezudos y zaldikos. Juntos forman la Comparsa, comitiva que no falta una sola mañana a su cita sanferminera y que, por otro lado, sale a la calle para otras grandes ocasiones puntuales. Detrás de cada pareja de gigantes están los comparseros, gaiteros y txistularis que marcan su paso.
Los gigantes actuales fueron realizados por Tadeo Amorena por encargo del Ayuntamiento de Pamplona en marzo de 1860. Cuatro parejas que representaban a las razas del mundo y a los continentes, aunque no hay pareja que represente a Oceanía: la blanca, la pareja de reyes de Europa, la amarilla la pareja de reyes de Asia, la mora-negro-africana, la pareja de reyes de Africa (caracterizados por tez morena, pero no negra) y la indio-americana, la pareja de reyes de America (estos últimos son los caracterizados como negros).
Su peso oscila entre los 59 kilos de la reina europea y los 66,5 del rey africano, y la altura alcanza los 3,9 metros. Sin embargo, la presencia de gigantes en las fiestas está documentada en la segunda década del siglo XVI.
Son muchos los peregrinos jacobeos que aprovechan estos días su presencia en Pamplona para ser testigos de los sanfermines, y también sufren los inconvenientes de la masificación de la ciudad, que supera los dos millones de almas por unos días, y el ruido inherente a esta fiesta.
En pleno Camino de Santiago, Pamplona se prepara estos días para celebrar los Sanfermines, las fiestas anuales en honor de San Fermín, su patrón nada menos que desde el 14 de abril de 1657. Los festejos comienzan con el lanzamiento del chupinazo, que es un cohete disparado desde el balcón del Ayuntamiento de Pamplona a mediodía del 6 de julio, y terminan a medianoche del 14 con una célebre canción de despedida, el "Pobre de mí".
Pero si por algo son mundialmente famosos los Sanfermines es por los encierros de toros, o lo que es igual, una carrera de unos 800 metros, que dura dos o tres minutos, delante de las reses bravas que se lidiarán por la tarde, inmortalizada por distintos escritores o cineastas, pero sobre todo por Ernest Hemingway.
Aunque el origen de los Sanfermines se remonta varios siglos, la fama mundial es un fenómeno reciente. Tres celebraciones independientes están en su origen: los actos religiosos en honor a San Fermín, desde antes del siglo XII, las ferias comerciales y las corridas de toros, documentadas ambas desde el siglo XIV.
Antes, los pamploneses celebraban a san Fermín el 24 de septiembre. Cansados de las inclemencias climatológicas del otoños decidieron en 1591 trasladar la fiesta al 7 de julio. Y de ese modo, las fiestas del verdadero patrono de la ciudad, San Saturnino (29 de noviembre) son mucho menos conocidas y más humildes.
En la Edad Media, a comienzos del siglo XIII, en Pamplona se celebraban ferias comerciales tras la noche de San Juan, y a esa festividad seguían posteriormente las de San Pedro y Santiago.
Las ferias facilitaban el encuentro de mercaderes, ganaderos y aldeanos y ello sirvió de pretexto para organizar corridas de toros. Así nacieron, probablemente a finales del siglo XVI, algo que podríamos considerar propiamente los primeros Sanfermines.
En 1950 comenzó la evolución de los Sanfermines. Perdieron mucho de su componente religioso, aunque la procesión sigue siendo multitudinaria. Pero no tanto como el chupinazo, es decir el disparo del cohete desde el balcón del Ayuntamiento que marca el comienzo de los Sanfermines. Esa tradición sólo data de 1941. Las palabras que se pronuncian en vascuence y castellano son siempre las mismas: "Pamplonesas, Pamploneses, ¡Viva San Fermín!. Iruindarrak, Gora San Fermín!"
Pero si hay algo verdaderamente celebre en los Sanfermines es el encierro, en el que miles de personas, unas armadas de valor y otras, inconscientes del riesgo, corren delante de los toros para conducirlos de los corrales hasta la misma plaza.
Pamploneses de toda la vida, corredores expertos, junto con cientos de turistas de todas partes del mundo y españoles, se atreven a conducir a los toros desde los corralillos donde han pasado la noche hasta la plaza de toros: son 825 metros de calles adoquinadas, que se recorren en tan sólo dos o tres minutos. Son frecuentes las heridas de distinta consideración por cornadas y patadas.
Desde el 7 al 14 de julio, cada día los “mozos” se reúnen a las ocho de la mañana para correr el encierro. El origen de esta arriesgada tradición se remonta al Medievo, cuando los pastores navarros traían a los toros de lidia desde las dehesas de La Ribera hasta la plaza mayor, que servía de coso.
La noche anterior a la corrida la pasaban acampados cerca de la ciudad, y al amanecer, entraban a la carrera arropados por los toros mansos (cabestros) y acompañados de gente que, a caballo o a pie, ayudaba con palos y gritos a encerrarlos en los corrales.
A fines del siglo XIX, se pasó de correr detrás de ellos para ayudar a encerrarlos, a correr delante; así se convirtió en una costumbre popular. Dicen las crónicas que los primeros en desafiar las prohibiciones que impedían correr delante de los astados fueron los carniceros del Mercado de Santo Domingo, situado junto a la cuesta del mismo nombre..
El recorrido del encierro se efectúa por las calles de la parte vieja pamplonesa. Empieza en los corralillos de la cuesta de Santo Domingo, subiendo hasta la Plaza Consistorial y girando por la calle Mercaderes, para acceder a la calle Estafeta que conduce finalmente por el tramo de Telefónica hasta el callejón que entra a la Plaza de Toros.
La manada de astados traza el recorrido completo en unos cuatro minutos de media, a unos 25 kilómetros por hora. La manada está compuesta por seis toros y ocho cabestros, seguidos de unos mozos que hacen de pastores en caso de que los toros o los cabestros se queden rezagados. Los pastores van identificados con un brazalete, actualmente de color verde, y recientemente han adoptado una indumentaria de ese mismo color para diferenciarse claramente del resto de participantes en la carrera.
Pero además de los miles que corren los toros, hay muchos miles más que presencian cada día la carrera desde los vallados de madera que se instalan a lo largo de las calles.
Aunque el encierro es el elemento más conocido de los sanfermines, son muchas las actividades previstas en estos días: la procesión del día 7, solemnidad de San Fermín, es un acto que convoca a mucha gente de la ciudad, lo mismo que las Vísperas en la tarde del día 6. Todos los días sale la comparsa de gigantes y cabezudos, tradición nacida en Pamplona que se ha extendido a otros puntos de España.
Por la tarde, es vistoso el desfile de "caballeros en plaza": los alguacilillos y mulillas van a la plaza de toros desde la Plaza del Castillo. Las corridas de toros tienen un carácter especial: prima el toro, con un certamen entre ganaderías. El ambiente es festivo, a veces irrespetuoso y sólo impresionable ante actuaciones especialmente valientes. Los puristas no aprecian esta plaza; otros destacan el ambiente inmejorable.
Por la noche, la multitud prefiere los fuegos artificiales (en un bien dotado concurso patrocinado por el Ayuntamiento), lanzados a partir de las 23 horas desde el interior de la Ciudadela, mientras que los románticos se quedan con el "encierrillo": la llevada de los toros que serán lidiados al día siguiente (y antes correrán el encierro) desde los corrales del Gas, donde han estado desde su llegada a Pamplona, hasta los de la cuesta de Santo Domingo, desde donde da inicio el encierro. Se hace en penumbra, acompañados los toros sólo por los cabestros y los pastores, bordeando las murallas.
La música juega un papel importante en los sanfermines: desde las dianas de "La Pamplonesa" hasta los pasodobles en las corridas de toros, el ambiente musical es dominante. Además de la actividad de la Banda Municipal, entre la música más popular de las charangas y los conciertos organizados por el Ayuntamiento.
Los Gigantes de Pamplona tienen 149 años de historia y son uno de los símbolos más emblemáticos de la fiesta. Son unas figuras de madera, cartón y tela con porte altivo que van con su cohorte de kilikis, cabezudos y zaldikos. Juntos forman la Comparsa, comitiva que no falta una sola mañana a su cita sanferminera y que, por otro lado, sale a la calle para otras grandes ocasiones puntuales. Detrás de cada pareja de gigantes están los comparseros, gaiteros y txistularis que marcan su paso.
Los gigantes actuales fueron realizados por Tadeo Amorena por encargo del Ayuntamiento de Pamplona en marzo de 1860. Cuatro parejas que representaban a las razas del mundo y a los continentes, aunque no hay pareja que represente a Oceanía: la blanca, la pareja de reyes de Europa, la amarilla la pareja de reyes de Asia, la mora-negro-africana, la pareja de reyes de Africa (caracterizados por tez morena, pero no negra) y la indio-americana, la pareja de reyes de America (estos últimos son los caracterizados como negros).
Su peso oscila entre los 59 kilos de la reina europea y los 66,5 del rey africano, y la altura alcanza los 3,9 metros. Sin embargo, la presencia de gigantes en las fiestas está documentada en la segunda década del siglo XVI.
Son muchos los peregrinos jacobeos que aprovechan estos días su presencia en Pamplona para ser testigos de los sanfermines, y también sufren los inconvenientes de la masificación de la ciudad, que supera los dos millones de almas por unos días, y el ruido inherente a esta fiesta.
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