martes, 25 de agosto de 2009

Campus Stellae

El Deán de la Catedral compostelana dice que “el Camino es hoy ruta ecuménica”
Santiago.- A José María Díaz Fernández se le puede considerar un hombre del Renacimiento. El deán de la Catedral de Santiago es, sin duda, uno de los mayores expertos en el Pórtico de la Gloria, cuyos entresijos conoce al dedillo. Pero este trabajo no le impide capitanear el archivo de la Basílica, además de tener en su haber numerosas publicaciones en prosa y verso.
No duda en calificar de "hazaña" la restauración del Pórtico mientras arremete contra el escaso talante democrático mostrado por los que le atacaron cuando expresó su deseo de evitar, en lo posible, usos no religiosos en A Quintana. Nacido en Mondoñedo, es canónigo de la Catedral desde 1972, archivero bibliotecario desde 1977, siendo actualmente deán-presidente del Cabildo.
P.- El Cabildo catedralicio acaba de indicar las recomendaciones para evitar contagios con la gripe A. ¿Cree que los fieles que acuden a la Catedral compostelana entenderán la sugerencia de evitar besar al Apóstol, que ya es una tradición?
R.- Sorprende bastante que los medios de comunicación social centren tanto la atención en la Catedral de Santiago ante los peligros de la gripe A. Seguimos repitiendo las mismas normas, ateniéndonos a las recomendaciones de la Consejería de Sanidad. El mes de agosto suele ser pobre en noticias y ello puede explicar el interés despertado.
P.- Una de las obras principales que se están llevando a cabo en la Catedral son las del Pórtico de la Gloria, ¿en qué fase están?
R.- La restauración del Pórtico creo que supone una hazaña. Es un tarea delicadísima, que, por más que nos duela, no puede someterse a fechas tope. Ahora estamos en la etapa de monitorización, labores poco vistosas, pero del todo obligadas: temperaturas ambientales, humedades a lo largo de las cuatro estaciones... Ya nos hemos resignado a no tenerlo todo listo para el Año Santo... Lo que importa es que todo se haga bien. Y no lo olvide: durante el Año Santo Romano de 2000, toda la fachada de la basílica de San Pedro estuvo cubierta de andamios, con el resultado magnífico de la restauración que ahora todos admiran.
P.- ¿Cómo está funcionando el programa de visitas al Pórtico desde el andamio? ¿Se han visto desbordados por la demanda?
R.- El andamio del Pórtico constituye un logro magnífico por su diafanidad, seguridad y sentido funcional, y está posibilitando la visión cercana: se descubren maravillas. Están muy bien organizadas las visitas, que son muy limitadas (tres o cuatro diarias), abarcando cada una sólo a catorce personas. Las limitaciones vienen impuestas por los horarios de culto y también por las repercusiones ambientales en el mismo monumento.
P.- También se están llevando a cabo obras en las bóvedas del Altar Mayor. ¿Cómo van los trabajos para recuperar esos vestigios pictóricos de más de ocho siglos?
R.- Realmente no se trata de vestigios, sino de una decoración plenamente observable, que seguramente oculta pinturas anteriores. La que está a la vista, tan deteriorada y ennegrecida, convierte la bóveda en un cascarón oscuro, oprimente, que acrecienta la pesantez del baldaquino. Cuando esté restaurada, la bóveda resultará un cielo abierto, con oros y azules, ángeles y banderas que inducirán al vuelo. Los trabajos ya han comenzado con la dichosa monitorización.
P.- De cara al Año Santo 2010, pidió que se reservase el espacio de la plaza de A Quintana para usos religiosos. ¿Cuál es la postura de la Iglesia en cuanto a la utilización de este espacio, ya sea para actos políticos o espectáculos?
R.- El deán ha sido atacado por haber expresado un deseo: que, sobre todo en el Año Santo, se evitasen en lo posible determinados usos de la plaza de la Quintana, y ya ve el sentido democrático de algunos: "No hacer ni desear nada sin permiso del Ayuntamiento". Conste que no me refiero al señor alcalde, siempre tan comprensivo. La invito a hacer un reportaje sobre este asunto con visitantes extranjeros: no les cabe en la cabeza lo que a veces ven.
P.- El pasado mes de julio se pusieron guardias de seguridad en las entradas de la Catedral para evitar aglomeraciones en horas punta, como el caso de la Misa del Peregrino. ¿Habrá más restricciones en el Año Santo? ¿Cómo afrontarán la llegada masiva de peregrinos y visitantes?
R.- No se trata de restricciones, sino de procurar el debido orden y de organizar la asistencia a los actos de culto y la circulación de los visitantes. Se ha hecho ya un magnífico estudio científico, dirigido por el doctor Troitiño, catedrático de la Complutense, enteramente subvencionado por la Dirección General de Turismo. Su aplicación progresiva supondrá gastos considerables. Estamos en ello, porque entra en juego la seguridad de los asistentes.
P.- ¿Qué pasos se están dando de cara al Año Santo? ¿Habrá servicios especiales en la remodelada Casa do Deán para los peregrinos?
R.- En la llamada Casa del Deán, el Consorcio de la Ciudad de Santiago ha dispuesto ya el patio de entrada y una serie de estancias para la recepción de peregrinos. Como el acceso es libre durante todo el mes de agosto, los compostelanos entran y observan. Parece que gusta mucho a todos. Pensamos en disponer otras estancias para grupos de reflexión en distintas lenguas: alemán, francés, inglés italiano... En la misma casa del deán se ha establecido una agencia de viajes Caminos de Europa, que podrá suponer un buen servicio a los peregrinos.
P.- ¿Qué opinión tiene de las personas que peregrinan a Santiago más por cuestión de turismo o cultura que de fe?
R.- No podemos simplificar las cosas. El que parece un simple turista puede ser un católico ferviente; el peregrino a pie a veces se declara no creyente... Diré como gran novedad que el Camino es hoy ruta ecuménica. Con el protestantismo, una gran parte de Europa se desentendió de Santiago... Ahora son numerosos los peregrinos protestantes: suecos, noruegos, ingleses, alemanes... Practican la peregrinación como ejercicio ascético. En el contacto directo se comprueban maravillas: casi todos los peregrinos manifiestan que al llegar se sienten muy distintos de como eran en el momento de echar a andar.

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