Todos los cielos, todos los mares.
Si todos los caminos llevan a Roma, todos también conducen a Santiago. No existen las distancias ni tiene importancia la periferia. Santiago desborda fronteras geográficas. Cataluña, Valencia y Alicante fueron centros importantes también en su comunicación mediterránea hacia Compostela. Pero no sólo el Mediterráneo hizo acto de presencia en Santiago. El Cantábrico unió los fervores ingleses con los jacobeos. El Ferrol y La Coruña eran los puertos que daban acceso a los peregrinos del Camino Inglés. Documentado este recorrido desde el siglo XII, parece que los peregrinos aprovechaban para acercarse a Roma y Jerusalén, los otros dos grandes centros de la cristiandad.
El Atlántico tiene su representación en los peregrinos portugueses, fervor explicable teniendo en cuenta la proximidad de los reinos de Galicia y Portugal en otro tiempo, sólo separado por la barrera del río Miño. Anterior a la unidad hispánica en la época medieval fue la unidad conseguida por Roma que dominaba Gallaecia, la zona norte de Portugal. La unidad romana se mantuvo en tiempos visigóticos en la gran diócesis de Bracara Augusta. La creación de los condados de Galicia y Portugal que en el siglo XI lleva a cabo Alfonso VI abre el camino para la separación política.
A partir de este momento la devoción santiaguista corre paralela en la vecina Portugal. Intervenciones guerreras del Santo, documentos bibliográficos, campañas de predicación por parte de santos e incluso tributos a Compostela unen al pueblo español y portugués bajo el mismo fervor. La incorporación de Portugal a Compostela unen al pueblo español y portugués bajo el mismo fervor. La incorporación de Portugal a la Reconquista supone el nacimiento de una hagiografía idéntica a la española. La tradición presenta a un Santiago Matamoros que ayuda a los cristianos a vencer en batallas decisivas. La toma de ciudades como Coimbra o Lisboa tiene su recuerdo erudito en obras tan singulares como la Historia Silense o el popular Liber Sancti Jacobi. Es un dato importante recordar que de esta última obra se conserva en Alcobaça una de las copias más antiguas. Animador de este sentimiento santiaguista en tiempos medievales fue, según la tradición, San Antonio de Lisboa, el popular San Antonio de Padua. Tampoco fue ajeno Portugal a exigencias tributarias. A lo largo de la Edad Media, las poblaciones portuguesas pagaron el tributo correspondiente a la Iglesia de Santiago. La devoción portuguesa por Santiago tiene una última manifestación en la persona del rey Manuel I, que colabora en la construcción del Hospital Real de Santiago de Compostela.
Este intenso fenómeno religioso explica la gran cantidad de caminos hacia Compostela, aprovechando como en España muchos tramos de las antiguas calzadas romanas. La observación del Camino hace evidente una curiosa estructura, integrada por poblaciones decisivas. Lisboa Y Coimbra son dos puntos estratégicos y Valença do Minho y Chaves los enclaves decisivos para orientar el Camino hacia tierras españolas, con destino en Pontevedra y Orense respectivamente. En la confluencia septentrional de ambas espera Santiago.
La llegada a Lisboa de peregrinos desde el sur de Portugal y la salida de los que en la ciudad se incorporaban suponían una elección itinerante entre el Camino de la costa atlántica, con Alcobaça y Batalha como referencia, o el Camino del interior a través de Santarem y Tomar, este último de profundos ecos templarios. En ambos casos Coimbra servía de convergencia geográfica y cultural. La bella ciudad atesora encantos históricos extraordinarios. Primera capital de la nación portuguesa, recibió la universidad a comienzos del siglo XIV y se mantuvo como único centro de estudios superiores en Portugal hasta 1911.
La alternativa geográfica que se plantea en Lisboa se repite en Coimbra, Barcelos, Ponte de Lima y Valença do Minho con los hitos geográficos que acercarán al peregrino a Tuy y Pontevedra. Es el Camino de la costa, próximo al mar. La belleza urbana de la ciudad de Oporto encuentra su complementaciónn en Barcelos, donde el peregrino puede contemplar el Cruceiro do Senhor do Galo, uno de los monumentos más populares del Camino Portugués. Sólo el río separa la rivalidad histórica entre Valença do Minho y Tuy, ciudad de rancia tradición religiosa y una de las sedes más antiguas de la antigua provincia de Bracara. En Tuy abundan ecos santiaguistas su gran Hospital de Peregrinos es en la actualidad Museo Diocesano. Dejando simbólicamente aparte Padrón, Pontevedra es el pórtico geográfico de Santiago. Su extraordinario conjunto monumental y el bello santuario de la Peregrina con planta en forma de vieira, anticipa inmediatos esplendores jacobeos.
El Camino interior, segunda alternativa, tiene como puntos de paso antiguas ciudades como Viseu, Lamego y Chaves. El destino era Orense, ángulo geográfico formado con Pontevedra, que tenía su vórtice en Compostela. El recorrido ofrecía una derivación a la altura de Viseo. Se sabe que a través de Guarda, muchos peregrinos se incorporaban al Camino de la Ruta de la Plata por Ciudad Rodrigo.
Un recorrido inverso hizo el escritor salmantino Torres Villarroel. Su Viaje a Santiago narra las experiencias vividas en tierras portuguesas camino de Compostela. No parece que un fervor sincero fuera su móvil, pero es incuestionable la gracia con que narra su experiencia jacobea.
Ambos Caminos simbolizan la dualidad del paisaje portugués y simbolizan también la vida. Los gozos y la tristeza, la esperanza y el temor, sentimientos vividos por todos los peregrinos que esperaban encontrar la gloria personal ante el pórtico de Compostela. Si no la gloria, al menos la esperanza y el convencimiento de que casi siempre finis coronat opus.
El Atlántico tiene su representación en los peregrinos portugueses, fervor explicable teniendo en cuenta la proximidad de los reinos de Galicia y Portugal en otro tiempo, sólo separado por la barrera del río Miño. Anterior a la unidad hispánica en la época medieval fue la unidad conseguida por Roma que dominaba Gallaecia, la zona norte de Portugal. La unidad romana se mantuvo en tiempos visigóticos en la gran diócesis de Bracara Augusta. La creación de los condados de Galicia y Portugal que en el siglo XI lleva a cabo Alfonso VI abre el camino para la separación política.
A partir de este momento la devoción santiaguista corre paralela en la vecina Portugal. Intervenciones guerreras del Santo, documentos bibliográficos, campañas de predicación por parte de santos e incluso tributos a Compostela unen al pueblo español y portugués bajo el mismo fervor. La incorporación de Portugal a Compostela unen al pueblo español y portugués bajo el mismo fervor. La incorporación de Portugal a la Reconquista supone el nacimiento de una hagiografía idéntica a la española. La tradición presenta a un Santiago Matamoros que ayuda a los cristianos a vencer en batallas decisivas. La toma de ciudades como Coimbra o Lisboa tiene su recuerdo erudito en obras tan singulares como la Historia Silense o el popular Liber Sancti Jacobi. Es un dato importante recordar que de esta última obra se conserva en Alcobaça una de las copias más antiguas. Animador de este sentimiento santiaguista en tiempos medievales fue, según la tradición, San Antonio de Lisboa, el popular San Antonio de Padua. Tampoco fue ajeno Portugal a exigencias tributarias. A lo largo de la Edad Media, las poblaciones portuguesas pagaron el tributo correspondiente a la Iglesia de Santiago. La devoción portuguesa por Santiago tiene una última manifestación en la persona del rey Manuel I, que colabora en la construcción del Hospital Real de Santiago de Compostela.
Este intenso fenómeno religioso explica la gran cantidad de caminos hacia Compostela, aprovechando como en España muchos tramos de las antiguas calzadas romanas. La observación del Camino hace evidente una curiosa estructura, integrada por poblaciones decisivas. Lisboa Y Coimbra son dos puntos estratégicos y Valença do Minho y Chaves los enclaves decisivos para orientar el Camino hacia tierras españolas, con destino en Pontevedra y Orense respectivamente. En la confluencia septentrional de ambas espera Santiago.
La llegada a Lisboa de peregrinos desde el sur de Portugal y la salida de los que en la ciudad se incorporaban suponían una elección itinerante entre el Camino de la costa atlántica, con Alcobaça y Batalha como referencia, o el Camino del interior a través de Santarem y Tomar, este último de profundos ecos templarios. En ambos casos Coimbra servía de convergencia geográfica y cultural. La bella ciudad atesora encantos históricos extraordinarios. Primera capital de la nación portuguesa, recibió la universidad a comienzos del siglo XIV y se mantuvo como único centro de estudios superiores en Portugal hasta 1911.
La alternativa geográfica que se plantea en Lisboa se repite en Coimbra, Barcelos, Ponte de Lima y Valença do Minho con los hitos geográficos que acercarán al peregrino a Tuy y Pontevedra. Es el Camino de la costa, próximo al mar. La belleza urbana de la ciudad de Oporto encuentra su complementaciónn en Barcelos, donde el peregrino puede contemplar el Cruceiro do Senhor do Galo, uno de los monumentos más populares del Camino Portugués. Sólo el río separa la rivalidad histórica entre Valença do Minho y Tuy, ciudad de rancia tradición religiosa y una de las sedes más antiguas de la antigua provincia de Bracara. En Tuy abundan ecos santiaguistas su gran Hospital de Peregrinos es en la actualidad Museo Diocesano. Dejando simbólicamente aparte Padrón, Pontevedra es el pórtico geográfico de Santiago. Su extraordinario conjunto monumental y el bello santuario de la Peregrina con planta en forma de vieira, anticipa inmediatos esplendores jacobeos.
El Camino interior, segunda alternativa, tiene como puntos de paso antiguas ciudades como Viseu, Lamego y Chaves. El destino era Orense, ángulo geográfico formado con Pontevedra, que tenía su vórtice en Compostela. El recorrido ofrecía una derivación a la altura de Viseo. Se sabe que a través de Guarda, muchos peregrinos se incorporaban al Camino de la Ruta de la Plata por Ciudad Rodrigo.
Un recorrido inverso hizo el escritor salmantino Torres Villarroel. Su Viaje a Santiago narra las experiencias vividas en tierras portuguesas camino de Compostela. No parece que un fervor sincero fuera su móvil, pero es incuestionable la gracia con que narra su experiencia jacobea.
Ambos Caminos simbolizan la dualidad del paisaje portugués y simbolizan también la vida. Los gozos y la tristeza, la esperanza y el temor, sentimientos vividos por todos los peregrinos que esperaban encontrar la gloria personal ante el pórtico de Compostela. Si no la gloria, al menos la esperanza y el convencimiento de que casi siempre finis coronat opus.
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